domingo, 4 de julio de 2010

Fuegos viscerales

Esta es la historia de dos apuestos jóvenes africanos sentados sobre una mina antipersona. Miraban el cielo con una felicidad resignada, producto claro de su situación.

No sabían que era más triste, el hecho de que su país estuviese lleno de bombas o que gracias a su analfabetismo hubiesen entrado en un campo de minas señalizado. ¡Caprichoso azar!

Pero ellos eran felices, hoy verían fuegos artificiales por primera vez: y en primera línea. Un ejemplo claro del progreso que los extranjeros trajeron la región.